Desde siempre me ha gustado la Novela Rosa, o el género Romántica, como queráis llamarlo. De pequeña me leía las que mi madre había guardado de su juventud, o heredado de mi abuela. Eran básicamente historias de amor que a lo máximo de pornografía que llegaban era a cuatro besos tontos y apasionados, o al matrimonio (era todo muy católico, claro) con sexo entre asteriscos. Romance 100, Sex Ed 0, por decirlo de algún modo.
Os podéis imaginar mi asombro, siendo yo de la generación que creció sin internet, al descubrir a mis quince por dónde tiraba la Romántica actual. O a los veinte, al encontrarme repentinamente con el Universo de las Fanfics y el porno más tórrido jamás escrito, muchas veces gay. En el mundo de las Fanfics aprendes mucho, desde qué significa Lemon (hace poco lo tuve que explicar en mi trabajo y resultó muy divertido), hasta términos básicos como BDSM, Angst, MPreg, WiP y demás. Pasé de novelas francamente conservadoras (chico conoce chica, se gustan o no, se alteran hormonas, hay montones de sexo heterosexual y al final matrimonio y niños) al alegre (jaja, chiste) mundo del Todo-Vale. Harry Potter y Gundam fueron mis pozos de perversión favoritos durante bastante tiempo, y me lo pasé en grande.
Aunque hay auténtica basura en el mundo de los Fanfics y eso es indiscutible, también hay obras maestras que le dan mil vueltas al original. Y debo decir que la cantidad y variedad (gratuíta, además, el sueño de cualquier lector compulsivo) de material que hay es bastante más interesante en algunos puntos que la de la tradicional Romántica, que no suele salir del esquema de "chico encuentra chica". Más aún cuando algunas novelas teóricamente buenas, de autoras reconocidas y publicadas por editoriales serias, se convierten inopinadamente en panfletos machistas.
Y aquí llego al punto que me interesa. Me gustaría precisar que no tengo ningún inconveniente en que me vendan familia tradicional e hijos. Para nada. Vengo de una familia tradicional, y tengo una propia, imagináos. Por tanto que me cuenten historias de amor heterosexual con final de matrimonio e hijos no me genera ninguna angustia vital. Me parece bien, sé a lo que voy. Lo que sí me molesta es cuando dentro de ese dulce envoltorio barato de romance precocinado me comienzan a colar abuso sexual romantizado, sobre todo cuando viene con la excusa de "es que es Romántica Histórica y estas cosas pasaban". Ahí es cuando me erizo y digo "para el carro...".
Me explico: yo tenía poco más que dieciséis o dieciocho años cuando me compré una novela rosa histórica tórrida llamada La Gitana (Gipsy Lady), 1977, Shirlee Busbee. Entre otras becerradas, el protagonista masculino viola a la protagonista. Tal cual, sin excusas, la viola en una escena explícita en la que él, noble inglés, abusa sexualmente de ella por creerla gitana, plebeya y sexualmente activa. Descubre que es virgen durante la penetración y le pide disculpas (al parecer, si no lo hubiera sido, la violación sería un acto comprensible y moralmente correcto) y continúa violándola.
En una novela ROMANTICA.
No puedo explicar el shock que me representó leer esta escena ni la indignación que me provocó. El protagonista es un ser amoral, un violador, un tipo que abusa de la indefensión social de una clase menos protegida y te lo intentan vender como héroe romántico, intentan que empatices con él. A todo esto, la escritora es mujer e intenta que compres la idea de que vivir con semejante abyecto personaje, que casarse y convivir con un violador es un final feliz. A la que pude me deshice de este material. Yo era joven, pero no me apetecía leer panfletos pro-violación. Soy así de rarita.
Una pequeña nota que me gustaría añadir es que no era la primera vez que me colaban una violación en una novela romántica. En El Hombre que Amó Demasiado, de Patricia Montés, hay una trama que bien podría haber pertenido a una película de terror psicológico: una joven en plena depresión acepta casarse con un señor que le parece majo y esas cosas. La noche de bodas se da cuenta de que ha cometido un error terrible, se echa atrás y le pide a él que pidan la anulación ya que no han consumado el matrimonio, así que él decide que ella se queda sí o sí y la viola (entre asteriscos, que era otra época y no les iba el porno explícito para chicas). A partir de allí ella se encuentra en un aislamiento casi total, con la única compañía de la familia de criados de él, y se produce una lenta transición (síndrome de Estocolmo mediante, supongo) hasta el final feliz en que ella le perdona todo y son un matrimonio completo y satisfecho.
Terrorífico.
Valga decir que la mayoría de autores y ejemplares de novela Romántica no son así. Autoras como Nora Roberts pueden ser muy sureñas y ponerte al amigo gay negro que siempre muere para que los protagonistas blancos heterosexuales sigan con su trama, pero el Fridging (habitualmente practicado en mujeres) me altera un poco menos que la defensa de la agresión sexual, aunque también sea un prejuicio notorio. Pero la buena de Nora y sus "yo tengo un amigo gay"es bastante más inofensiva comparada con otro ejemplo de "esto es histórico, voy a venderte un panfleto pro-abuso en nombre del amor"que me acabo de encontrar.
Pongámonos en contexto. Llevo cosa de un mes tratando de escribir mi propio ejemplar de Romántica, con resultado irregular por motivos de tiempo y familia. Mis personajes son un poco particulares, mi vena Monsterfucker ha decidido adueñarse de la trama, y desde luego no puedo acusarme a mí misma de haber escrito una historia conservadora y heterosexual. Tampoco exactamente LGTB, ojo, sólo un poco rarita, igual que yo.
Para inspirarme a escribir las escenas de sexo tórrido y no quedar como una imbécil tras declarar a varias amistades y familiares "todo el mundo es capaz de escribir porno", me puse a leer, por supuesto. Después de tirar un poco de la maravillosa Grace Draven, que escribe Fantasy con Romántica de una forma perturbadoramente bella, con personajes atípicos, fuertes y bien definidos que hacen una delicia su slow cooking de las relaciones, decidí optar por otra autora que también me gustó: Laura Lee Guhrke.
Esta última señora tiene en su haber una obra que considero maestra de la Romántica: Y entonces él la besó. Resumiendo mucho, tenemos una protagonista de treinta, su contrapartida masculina de treinta y cinco, y ella es su secretaria. Un día por una serie de eventos que no voy a explicar, se da cuenta de que su jefe no la valora en absoluto. Sucede una escena que le parte a una el corazón (tiene que ver con una tienda y un abanico, y hasta aquí puedo leer) y que la decide dejarlo todo y dedicarse a su vocación, escribir. A partir de allí empieza toda una pelea interna de la protagonista para definir en su vida qué diablos es "ser buena chica", y que culmina en la inmensa frase "quiero mi primavera". El libro entero, de unas doscientas páginas si llega, es una delicia. Un viaje de autoconocimiento, una exploración del placer personal contra la normativa del siglo XIX, la rebelión del yo sensual contra la rigidez de las formas y el qué dirán, y me hace llorar cada vez que la leo.
Como se puede deducir, nada en esta novela me había preparado para The Marriage Bed, tercera novela de su ciclo de cuatro Guilty Series. La primera es floja, la segunda tiene sus momentos, y en todo momento la autora deja claro su gusto por un prototipo masculino de hombre del XIX centradísimo en juergas, obsesiones particulares, y mujeres en general (en su mayoría cortesanas, porque así evitan el tema emocional para ir directos a lo carnal, claro). La serie tiene sus más y sus menos, pero su tercera entrega no tiene desperdicio.
Empezamos con un señor noble inglés que al morir su padre se encuentra en situación ruinosa y cubierto de deudas, entre ellas con las susodichas cortesanas. En vez de vender propiedades o buscar forma de crear negocios, o incluso trabajar (algunos nobles lo hicieron, por muy bonito que quede el tópico del noble que antes muere de hambre que mancharse sus blancas manos, y no lo digo yo, lo dice la Historia), tira por lo fácil y se busca esposa rica. Esto me genera ya un cierto desagrado por el personaje, que es un prendas y un puto vago, más comparado con las mozas de las novelas previas que, abocadas a la ruina y la miseria más absoluta, se buscan trabajos de horarios inhumanos para salir adelante, pero claro, él es un hombre. No obstante, por ahora aún es un argumento que, aunque algo molesto, resulta aceptable por lo manido. Sigamos.
Encuentra moza, claro está, la seduce, le miente diciendo lo muy enamorado que está de ella, y se casa con ella aunque la familia esté en contra. La moza tiene diecisiete años, él veinticinco, y tienen sexo tórrido que se recuerda con mucha añoranza a lo largo de las páginas. Podría ponerme a hablar de Grooming, de materialismo, de oportunismo y hasta de pedofilia llegado este punto, y seguro que alguien salta con lo de "pero es que en su época...". Ajá. Pero es que recordemos que no estamos leyendo un libro de Historia. La Romántica Histórica es a la Historia real lo que el fanfic escrito por una chica de dieciséis años, lleno de MarySues y escenas absurdas de romance forzado, a una buena novela. Sé de abusos sexuales que abarcan desde la Antigüedad, de esclavismo y hasta de bellísimos poemas erótico festivos dedicados a niñas de seis años. De la Edad Media y los matrimonios de jovencitas de trece años con viejos tampoco vamos escasos. También podemos ponernos a hablar de porno infantil en la actualidad sin ir tan lejos en el tiempo, pero imagínate que cuando cojo el género Romántico no es lo que me apetece leer. Y aunque está muy bien dedicar tiempo al arte y ensayo, a la cultura real, a la denuncia social, y hasta a la literatura del Holocausto si te apetece (y a veces lo hace, lo juro), no tengo por qué tragar con Lolita de Nabokov si yo venía buscando Heidi. O porno para adultos, qué más da.
Pero prosigamos: el tipejo, que ya ha pasado de caerme mal a darme asco, paga a su cortesana con la dote de su recién estrenada y flamante esposa menor. Ella lo descubre, en parte gracias a que el mozo es tan discreto que todo Londres se entera y comenta delante de la pobre moza, y le arma un pitote a su querido esposo. El argumento de él arrasa en escala de convicción: desde que se casó con la nena, ya no se va de putas, que ya va comido de casa y para qué pagar fuera. Un modelo de virtud incomprendida, el pobre. Su señora, que recordemos que tiene diecisiete años, le cierra la puerta del dormitorio (básicamente negándole sus derechos al tálamo nupcial) y le manda a freír espárragos algo enfadada. Él, que es el adulto de la relación, que sabe perfectamente que ella tiene razón al acusarle de mentirle, de fingirse enamorado, y de ligársela por el vil metal, se encoge de hombros filosóficamente, la trata de histérica y exagerada, y le da un mes para que se le pase.
Ojo, la incomprensiva y rígida es ella, ¿eh?
Como él es tan buena persona que no va a forzarla aunque está en su derecho (históricamente cierto, y un tema en el que insisten bastante para demostrar lo majo que es él en el fondo, buah, buah, que bueno es que no la viola), decide que como no puede tener el pito quieto, que eso es muy duro, se va a echar amantes hasta debajo de las piedras. Dichas mozas se las encuentra la legal en distintos eventos públicos, porque eso de la discreción ya ha quedado claro que no va con el tiarrón sensual, y básicamente consigue que la humillen su colección de alegres escarceos. Pública, reconocida y constantemente, ya que se mueven en los mismos círculos sociales. Y la culpa es de ella, por negarse a encamarse con él, la muy frígida.
Resumiendo: Grooming, desvergüenza e incapacidad de reconocer sus errores o de ser más maduro que una adolescente a la que él había seducido pero a la que no hace mínimo esfuerzo de reconquistar cuando sabe que está perdidamente enamorada de él, humillación ante las amistades porque él "es un hombre" y eso de ser castos no va con la etiqueta de machote, todo ello durante varios años, que son entre siete y nueve dependiendo de en qué punto leas de la novela, no sé si la autora misma estaba harta del tema y se despistaba también. Será que yo tengo muy buena opinión de los hombres en general y de mis amistades masculinas y familiares en particular, pero esta descripción no sólo me rebota por lo que implica hacia la chica, sino porque da un retrato de los hombres como bestias insaciables que si no la meten en remojo no pueden ni dormir, no sea que les dé una migraña o se les caiga el pene, supongo.
Mi cabreo iba subiendo exponencialmente, pero entonces viene la guinda: por hermoso McGuffin, él descubre que tiene que tener herederos, y en vez de decidirse por adoptar va a por su mujer, a recordarle "sus deberes", a amenazarla ley en mano con escarnio público y pérdida de lo único que le queda a la pobre que es su vida social y su buena reputación, y procede al más vergonzoso acoso sexual que haya leído jamás, porque "eres mi esposa" y es lo que toca.
Ahora estoy oyendo de nuevo a los que dirían "pero históricamente hablando es propio de su época y fiel a las leyes del momento". Sí, señores, también es propio del Imperio Romano la violación sistemática de esclavos prepúberes y no veo por qué alguien tiene que regodearse en el tema si no toca, aún en el caso que tenga que hablar de ello si trata un estudio serio sobre esa época y sus costumbres. Siguiendo con la corrección histórica, imaginaos lo que habrían cambiado las películas de Los Diez Mandamientos o El Príncipe de Egipto con una explicación detallada de niños lactantes muertos por sobredosis de opio, que es lo que les daban si lloraban mucho. O Ben Hur, Gladiator o Espartaco si hubiesen hablado de letrinas públicas con ratas en su interior y de tratar heridas con escrementos de cabra. ¿Histórico? Sí. ¿Necesario? Muy cuestionable.
Y este tipo amoral, mentiroso, pedófilo, groomer, aprovechado, putero, acosador y abusivo, sin ningún escrúpulo a la hora de humillar a su pobre señora, es el protagonista masculino con el que debo empatizar. Porque es históricamente correcto.
Y a mí se me ocurre que históricamente correcto es también el sufragismo, el asesinato y el lesbianismo. Existen. Existieron. ¿Por qué la pánfila de la protagonista, que te insisten en que es mujer de carácter y lo demuestra discutiendo sin cesar con el crápula de su marido, no mata al tipo discretamente con veneno? La medicina no era gran cosa, ni la investigación policial. Y tiene familiares poderosos, seguramente se habría salido con la suya. ¿Por qué no se pone a quemar corsés y a luchar por sus derechos, que repetidamente le echa en cara su marido que no tiene por ser mujer? Ya había pasado la Revolución Francesa, ya había pasado Mary Wollstonecraft, Mary Shelley, y otras muchas. ¿Por qué no se fuga a Europa y se encama con su secretaria, que es un encanto y parece requetemona, al menos en las cuatro páginas si es que llega que le dedica al personaje? Ah, no, perdón, que no hablamos de Historia, hablamos de Romántica y lo importante es el Amor. El Amor heterosexual (gracias, Teloresumoasínomás).
Y ahí es donde se le ven las orejas al lobo, porque sí, el tío es un gilipollas amoral muy de su época, pero en cambio la autora decide ignorar cualquier atisbo de realidad histórica que pudiera aportar algún punto de apoyo a la acosada protagonista. Porque seamos históricos, pero no nos pasemos, no sea que la realidad sea más compleja y no nos guste, o que nos guste menos que lo que intentamos vender: Que una mujer debe perdonárselo todo a su marido, agachar la cabeza, follar mucho y tener hijos. Y eso es un final feliz.
Llegados a este punto tuve que parar, agarrar algunos ensayos de la buena de Rebecca Solnit y darme un buen baño de crítica social feminista para refrescarme las ideas (aunque podría haber tirado por Señoras que se empotraron hace mucho, de Cristina Domenech, que también es divertido). Era eso o vomitar. Porque ciertas moralinas son demasiado transparentes, demasiado manipuladoras, y no cuelan.
Dicho esto, me sigue encantando Y entonces él la besó. Creo que fingiré que la buena de Laura no ha escrito nada más y así seré más feliz. Espero encontrar pronto otra escritora Romántica que llene el hueco y me inspire para el porno, porque creo que mi base de datos de Fanfics guarras decentes se borró en algún momento entre ordenador y ordenador.
Sic tansit Gloria Mundi!