Así empieza uno la clase, todo animado... (Jôdan no Kamae, o guardia alta)
El martes volví a clase de kenjutsu. Tras una ausencia (que muchos consideran injustificada, pero si mi constitución decidió ser una croqueta, ¿qué culpa tengo yo?) bastante larga, llega una con ganas de ponerse las pilas. Venga, chica, tú puedes. Si total, unos cuantos suburis "no son nah".
...Y así acaba la clase, muerto (Otoku, o "tocado y hundido")
Tú puedes, mis cojones. Hacía tiempo que no sufría la vergüenza de no llegar a un final de clase. Y no por no querer, ojo: es que ya no me daba el brazo para alzar el sable. Estaban ahí todos la mar de heroicos, bien machotes, y por ahí por la última fila una desgraciada en seiza o posición de descanso porque ya no aguantaba. La risa, oiga.
Pero lo bueno no fue eso, no. Me dice Paco, el inefable maestro: tú tranquila, mañana nada... El jueves empezarán las agujetas. Pues será a él... A mí me empezó a fallar la diestra esa misma noche. Con alevosía y a traición. Una llega a casa, se quiere tomar su cerveza... Y acaba por beber con la mano izquierda porque no consigue mover la otra. Estupendo. Round uno: NO superado.
Y no se vayan todavía, que aún hay más... Llega la hora (tardía, porque soy bicho noctámbulo) de irse a dormir. Bien, al baño a lavarse los dientes como los niños buenos. ¡Joder! Parece mentira que un movimiento tan tonto como frotar el cepillo contra los incisivos pueda ser tan difícil... Probemos con la otra mano. Me siento como una rana y no consigo mover bien ese aparato de tortura refinada en que se ha convertido repentinamente el cepillito de toda la vida... Posvaserqueno.
Bien, a grandes males, grandes remedios. Levantamiento de brazo derecho... Venga, venga, venga... ¡Ahí! Ahora aguanta arriba... ups, no puedo... Venga, una ayudita de la mano izquierda en forma de apoyo... Vale, ahora aguanta donde debe aguantar... ¿Y cómo narices muevo el cepillo por mis muelas...?
Por suerte no pasaba por ahí ningún cretino con cámara, porque no quiero imaginar vuestra cara al verme moviendo la cabeza de lado a lado rítmicamente para que el maldito cepillo se frotase contra lo que se tenía que frotar, mientras lo aguantaba en alto a dos manos, como las espadas de los cruzados de toda la vida.
Épico, oiga.
Y esta noche más. Creo que debería redefinir mis preferencias sexuales: definitivamente, SOY MASOQUISTA. Porque la otra opción que me queda para explicar que aguante este maltrato es que soy gilipollas, y no tengo ganas de echarme tantas piedras sobre el propio tejado...