lunes, septiembre 19, 2011

MITOS Y LEYENDAS: EL CHOTACABRAS

Definitivamente, cuando lees a Lovecraft y a sus amigotes, o incluso al bueno de Stephen King, cuando te da por investigar un poco la fantasía celta y te encuentras una y otra vez referencias a cómo había que cerrar las ventanas del oeste para que no entraran estas aves a llevarse el alma de un moribundo y hacerlo parte de los Sluagh Sí, te dices: joer con el pajarito.

Vamos, todas las aves nocturnas tienen sus mitos y sus cosas. Los buhos han sido los acompañantes de la sabia Atena, desde luego, pero también eran portadores de la muerte y la mala suerte. Si habéis leído un poco de literatura romántica, sabréis que cuando alguien empieza a oír un buho en la noche es que se le vienen encima los problemas. Y no sólo porque fuesen aves depredadoras, ni porque viviesen de noche. El inconsciente colectivo los asocia a cosas realmente feas, de ahí que muchas veces la bruja de turno estuviese con su buho o lechuza (o su gato, sí... incluso su comadreja). Aunque supongo que si no tienes forma de explicar cómo el bicho que tienes delante parece darle vueltas a su cabeza como si fuese un tornillo, es normal que te asuste un poco.

Aparte, reconozcámoslo, los buhos no son criaturas muy amistosas, por mucho que insista la señora Rowling.

Pero a lo que iba: el Chotacabras. Grito inquietante, sí, que resonando en la noche provocaba más de un estremecimiento, y seguramente acabara propiciando (junto al puro y simple viento) leyendas más elaboradas como la de nuestra amiga la Banshee. En persona, es un tanto birrioso de ver. En serio. Es un bicho que te cabe en la mano, aunque gasta unas malas pulgas que son dignas de más de un gato (los animales pequeños y cobardes no siempre salen corriendo, señores... ¡que se lo digan a los gatos y las ratas!).



Me vuelvo a salir del tema. El Chotacabras, criatura fea donde las haya. De hecho, da bastante asquito verlo en movimiento. Parece una extraña mezcla de sapo, serpiente y pajarraco. Tiene un aire de maligna estupidez que le hace parecer el primo malvado del Kakapo. Unido a su chillido inquietante y a su agresividad inesperada, normal que se asociara a malos presagios, etc.

Pero reconozcámoslo: No. Tiene. Glamour.

Nopes.

Viene uno de esos a por mi alma y le doy de pedradas, en serio. ¡A mí que me venga un gato negro si se tercia, o al menos un buho como Dios manda, leñe! Que ya sé que la Cacería Salvaje no tiene dinero para el metro hoy día (los transportes públicos están tan caros...), pero caray. Mínimos.