domingo, agosto 25, 2013

The mirror of her dreams / A man rides through

The mirror of her dreams, por Michael Whelan. Portada original de la primera edición.
 Stephen R. Donaldson es un autor de fantasía que probablemente suene a los lectores del género por sus conocidas Crónicas de Thomas Covenant el Incrédulo. Personalmente, nunca fuí capaz de finalizar siquiera la primera de las trilogías de este personaje, ya que no conseguí empatizar lo suficiente con el protagonista como para que lo que le ocurría me importara en absoluto. Estoy segura de que el problema es mío, no de la historia, ya que tiene un considerable renombre y, leída otra célebre (al menos en el mundo angloparlante) obra del autor, y releída unos cuantos años más tarde, no dudo de la maestría como escritor de Donaldson. Sencillamente, Thomas Covenant no consiguió llamarme la atención. Lo intenté, pero no lo logré. Qué se le va a hacer.

Por contra, la serie de La Necesidad de Mordant me encantó en una primera lectura (estaba en la sección de saldos de una célebre librería de Barcelona, tres tomos por apenas 2 € cada una). Me las compré de golpe, dispuesta a darle una segunda oportunidad a Donaldson, y nunca me he arrepentido menos de una compra. Sí que me arrepentí de fiarme de la sección saldos, eso sí, ya que la edición española constaba de cuatro volúmenes, no tres, y el cuarto me costó bastante más de encontrar, y no digo ya el precio que me cobraron por ella porque fue absurdo, fenicio y sacacuartos. Obviamente, quien dirige la librería que comento sabía perfectamente lo que se traía entre manos.

De todas formas tanto la lectura como la relectura me dejan buen sabor de boca, y tenía ganas de comentar esta obra precisamente porque por lo que he leído en internet sobre ella en España no tuvo mucha (o ninguna) repercusión. Los que esperaban unas aventuras a lo Thomas Covenant encontraron a la protagonista de la saga insufriblemente pasiva. Cierto es que Terisa Morgan tiene tantos problemas en aceptar su propia realidad como el leproso Covenant los tenía para aceptar la realidad de lo que veía y sentía. Sin embargo, pese a la repetición del tema de la realidad vs. irrealidad, la historia (y los personajes) son bastante distintos.

Al editarlo en cuatro novelas en vez de dos me temo que la editorial española cometió un fallo garrafal. Formalmente, los dos tomos ingleses tienen la acción y la narrativa perfectamente separados. Al dividirlo, la estructura que el autor obviamente ha trabajado cuidadosamente se va al garete.

En su primera parte, The mirror of her dreams, esta mini-saga de unas 1200 páginas en su edición original inglesa, el foco narrativo sigue en exclusiva a la protagonista, que es una mujer que ha sufrido maltrato infantil (y no hablo de nada tan terrible como pederastia o similar, pero el trato negligente y el abuso psicológico que sufre a manos de su padre ya catalogan como maltrato) y que tiene que lidiar con un mundo nuevo por completo. Surgido de un espejo, un joven la traslada a Mordant, lugar en que la Imagería tiene un papel controvertido. La ética del uso de ésta es uno de los temas principales durante la novela: básicamente la "magia" consiste en crear espejos que muestran otros mundos, otras realidades (los espejos curvos) para trasladarse a ellos, o trasladar lo que contienen. Puede parecer un principio banal, pero a medida que se van desatando los horrores de mundos posibles vas viendo que la discusión sobre la ética de la Imagería es un punto fundamental a debatir. Los espejos planos, por contra, muestran el mundo mismo en el que están (aunque no siempre el lugar exacto, reflejando tal cual), pero trasladarse a través de ellos vuelve loco a quien lo intenta, a menos que posea un poder o talento especial para ello. De hecho, el mero hecho de verte reflejado en un espejo puede borrar por completo tu mente.

Con este punto de partida, Donaldson desarrolla todo un mundo con sus intrigas políticas y sus facciones en batalla, sus discusiones, sus traiciones, y sus horrores. De una forma que a mí me parece magistral, conduce toda la acción en la primera novela (lo que serían las dos primeras en la edición española) a través de los ojos de la pasiva protagonista, que tiene tal pánico a ser irreal ella misma que prefiere permanecer pasiva e intentar comprender en la medida de lo posible el mundo que la rodea. Eso la convierte en una excelente cicerone para el lector, ya que a medida que Terisa descubre las intrigas políticas que la rodean y el mundo en el que está, también lo hace el lector. De hecho, todo el suspense de la primera parte proviene de la ignorancia de quien lee (y de la propia protagonista) de lo que ocurre, de por qué ocurre, y de sus consecuencias. Al releer la novela y conocer ya las subtramas, reconozco que en una segunda lectura pierde su encanto debido a que ya sabes lo que está ocurriendo, pero aún así la perfección formal de la novela hace que sigas leyendo pese a todo.

Me gusta particularmente también que el autor use a una protagonista tan pasiva, ya que le permite caer bajo errores que en una mujer de armas tomar resultarían incomprensibles. Sin embargo, la psique de Terisa es tan débil a ciertas presiones, a la necesidad de justificar su propia realidad, que cae bajo el influjo de ciertos personajes con una facilidad vergonzosa sólo para satisfacer su necesidad de ser. Donaldson recurre a ciertos mecanismos de novela rosa que en otro resultarían risibles, pero que en el desarrollo de la trama son llevados con una maestría que le quita ligereza al recurso. Así es como un ambiente cerrado, opresivo, lleno de intrigas cruzadas, desconfianzas y túneles secretos tiene sus gotas de seducción puramente sensual, y sin embargo esa seducción no se come la trama, sino que es una de las armas que se utilizan tanto en el juego político de los personajes como en el arte literario del autor.

Podríamos decir que la protagonista está entre dos hombres (qué clásico, ¿verdad?), uno que es guapo pero blando y torpe, y el otro que es seductor, experimentado y seguro de sí mismo. El autor tiene además el buen arte de plantear al seductor como un hombre que no es para nada guapo, pero sí atractivo, cosa que a mi entender le hace ganar puntos en carisma al personaje.

Pero que nadie se llame a engaño: aunque el amor es uno de los temas de la trama, ni de lejos es el único o el más importante. Hay una fuerte tensión política durante toda la primera parte, y el amor, la lealtad, la amistad e incluso la sensualidad pura y dura son armas que se utilizan por los diversos bandos que circulan por la novela. Dado que en ningún momento se emprenden éxodos o hay cambios de punto de vista, todo lo percibimos a través de la visión de Terisa, que por lo externa a todo es a la vez una observadora ideal sin prejuicios e incapaz de procesar todo lo que ve y aprende, o de tomar partido. El autor consigue mantener la tensión en todo momento, con intentos de asesinato aparentemente imposibles por las reglas que él mismo ha establecido a la magia de su mundo, con personajes llenos de secretos que no confían unos a otros, con toques de terror y gore en algunos puntos precisos cuando algunas criaturas son trasladadas, para espanto de los personajes y disfrute del horrorizado lector. En algunos momentos Donaldson es simplemente Lovecraftiano, en otros momentos el absurdo más kafkiano parece inundar la obra, pero a medida que la acción avanza a pesar de todo, la trama se va desarrollando con la precisión de un mecanismo de relojería.

Al final de la primera novela (en lo que sería el último cuarto de la segunda en la edición española), la intriga está empezando a alargarse excesivamente; pero justo cuando el lector podría pensar que la protagonista es tonta de remate, se desarrollan una serie de eventos cual caída de las piezas de dominó, de forma implacable y lógica, y la novela finaliza con las cuarenta páginas más brillantes que podrían esperarse.

La segunda novela (osea, a partir de la tercera en la edición española) tiene una estructura completamente distinta a la primera, incluso opuesta: si en la primera parte hemos seguido los acontecimientos en exclusiva desde el punto de vista de la protagonista, en la segunda los puntos de vista se diversifican y se enriquecen. Éste era un lujo que el autor no podía darse en la primera parte en pro de la intriga y el desarrollo lógico de los acontecimientos, pero en la segunda parte se han descubierto las cartas, ya tenemos una idea de quiénes son los villanos, y todo empieza a encajar.

Si la primera parte es opresiva y se basa en la política y sus intrigas, en la segunda parte hay acción imparable, cambios de punto de vista, y la estructura de toda la saga de juego de ajedrez se pone en evidencia; no puedo evitar acordarme de Alicia a través del espejo en este punto, ya que las premisas y los temas desarrollados son muy parecidos. Realidad e irrealidad, estrategia de ajedrecistas, y el paso inicial de la protagonista a través del espejo a otro mundo distinto.

Sin embargo, lo que uno no espera en una saga habitualmente es el cuidadoso despliegue de tácticas opuestas, la explicación detallada de las estrategias que se van dando... y Donaldson tiene la suficiente valentía como para hacerlo y salir bien parado de todo ello, demostrando que tiene buena mano, buen hacer y mucho ojo al plantear su trama, sin necesidad de hacer trampas. Hacia el final puede parecer que los talentos de los protagonistas crecen de forma injustificada, pero dado que desde el principio se olía por el buen lector que algo raro tenían para que se les atacara como se les ataca, en mi opinión queda bien atado antes que convertido en una explosión de poder porque sí.

Francamente, si queréis leer una novela (dos) sobre intrigas políticas y sus consecuencias en un final épico y una batalla sumamente bien desarrollada, dejaos de Juego de Tronos. Si hay algo que no soporto, es la forma en que los protagonistas de esta saga van cayendo inevitablemente por ser estúpidos, ya que parece que les anuncien que están comentiendo errores para que se afanen más en mostrarnos lo imbéciles que son. En cambio, en La necesidad de Mordant el juego político y las batallas no se resuelven porque alguien sea un zopenco con menos visión que un topo dentro de un cazo, sino que los "jugadores" y las "piezas" del juego hacen un despliegue de ingenio, de capacidad deductiva, de adaptabilidad a las circunstancias y de cojones (las cosas por su nombre) que hacen que todo el enfrentamiento entre heroes y villanos sea impresionante. Las muertes de los personajes (que las hay, algunas con un toque de épico patetismo a lo 300, otras con una sordidez espantosa) son conmovedoras antes que irritantemente previsibles, los toques de terror gore y fantástico están bien aplicados, las intrigas tienen un desarrollo imperfecto debido a las acciones de los propios personajes (que no son infalibles precisamente, y en eso radica también su encanto) pero a un tiempo implacablemente matemático.

En conjunto, una auténtica delicia. Y con el final más feliz que se le pueda pedir dentro de la lógica de la propia narración. No sólo de profundas, sesudas y dramáticas novelas vive el hombre, así que si os apetece una "lectura más ligera" (como definen los angloparlantes a esta saga por comparación con la de Thomas Convenant), toda vuestra. No es ni mucho menos para todos los gustos, pero si le dáis una oportunidad es posible que os dé unas cuantas agradables sorpresas.