lunes, diciembre 26, 2016

La serie de los Heroes, de Moira J. Moore

Por desgracia, esta autora no ha sido publicada todavía en español, así que tengo que escribir sobre ella a través de la experiencia de haberla leído en inglés. Me propuse como traductora para publicar su obra vía internet, pero su agente tenía otros planes, así que no pudo ser... Pero sigo siendo fan de su prosa, su forma de crear personajes y de desarrollar un mundo coherente e interesante.


La primera novela, Resenting the Hero, y su secuela The Hero Strikes Back, tienen un punto humorístico tanto en el título como en la presentación de personajes y situaciones. Pese a que la aventura está presente de principio a fin, y las decisiones duras están ahí para ser tomadas, un cierto tinte de comedia suaviza la trama sobre un mundo que encaja dentro del Fantasy, pero con algunos puntos de Space-Opera en su planteamiento, un poco al estilo de la saga de Vlad Taltos (la raza humana llegando en naves espaciales a saber de dónde, más algunos detalles que me hacen pensar en otra saga de la Ci-Fi/Fantasy, el Vuelo del Dragón y sus secuelas). A medida que van transcurriendo las novelas, no obstante, ese humor casi paródico se va volviendo más serio, más irónico e incluso sarcástico ya que las historias se van volviendo más duras en una progresión lógica. Los personajes se encuentran en situaciones cada vez más duras a muchos niveles, tanto de decisiones personales como de condiciones físicas, y poco a poco el tono inicial se aparca.

Mucha gente se ha quejado precisamente del cambio de tono, pero a mí me pareció una decisión lógica. El mundo planteado está bien pensado y su desarrollo era necesario. Ciertas premisas que aparecen casi como un chiste al principio y desdeñados por la protagonista, que empieza siendo ciega a todo aquello que no quiere ver (lo cual puede ser bastante divertido por sí mismo, porque describe exactamente lo que ve y luego opina en contra, con una muestra de que, en literatura, si está escrito en primera persona no tienes por qué aceptar la opinión de quien lo cuenta, más bien harás bien en hacer lo contrario...), y luego se van desarrollando en un tono dramático a medida que las consecuencias caen por su propio peso.

Esta coherencia, unida a unos personajes entrañables, llenos de fallos y por tanto muy humanos, pero con puntos de madurez emocional que los alejan tanto del cliché como de la parodia romántica, y al desarrollo muy gradual de la relación entre ambos protagonistas hace que la lectura sea un placer. La prosa de Moira no pierde nada en una segunda lectura, y es adorable ver cómo usa la mentalidad de la protagonista en su propia contra, tanto como narradora como personaje o incluso persona; cómo los errores de concepción se van desmintiendo y la pobre protagonista se encuentra con la realidad golpeándola cuando más empeñada está en negar la evidencia.

Quizás no es tan comercial como otras obras debido a lo que, para mí, constituye su mayor encanto: que no se mantiene en un sólo género de forma previsible, ni cae en tópicos, ni se preocupa por mantener expectativas si no es propio de la historia y el mundo que pretende contar. Es asombrosamente íntegra como obra, y adorablemente desarrollada. Pocas veces me he encontrado unas novelas que no pudiera dejar de leer, al tiempo que me producían finalmente una sensación de paz y bienestar tan notables.



Tras esta saga, que consta de seis libros publicados en papel y un séptimo en formato únicamente digital, la autora ha escrito dos novelas autoconclusivas y está ahora embarcada en una nueva serie. Espero tener tiempo de leerlas y colgar una opinión fundamentada sobre ellas. Si no me gustan, estoy segura de que no será por estar mal escritas sino por no coincidir en gustos sobre los temas tratados, ya que ha ampliado bastante su ratio hasta escribir una novela sobre el acoso sexual visto de forma totalmente no romántica, cosa que como mujer agradezco... No creo que a las víctimas de acoso laboral les haga mucha gracia la clásica novela romántica en que el jefe "macho-alfa-baboso" al más puro estilo 50 Sombras de Gray persigue a la protagonista y acaba todo en enorme y pastiche romance. Ojo, como fantasía puede tener su encanto y todos tenemos derecho a imaginarnos en privado lo que nos dé la real gana, pero como realidad es tirando a horrible... Y es esa realidad la que se refleja en la novela de Moira The CEO can drop dead.

Una autora con sensibilidad, sentido común y planteamientos humanos e interesantes, que puede no ser del gusto de todos pero que a mí me resulta relajante (que no aburrida, ya que me cuesta empezar a leer y soltar sus novelas) y sensata, aparte de que sus mundos me gustan y sus personajes me parecen adorables, sus tramas bien planteadas y sus desarrollos bien resueltos.

Esperemos que en algún momento alguna editorial decida publicarla, porque vale la pena. Lejos de los excesos telenovelísticos de George R.R. Martin, es una lectura que se deja leer y de la cual soy fan por su exquisito gusto y humanidad.

P.D: Imágenes procedentes de las ediciones originales en inglés, todos los derechos pertenecen a la autora, los artistas respectivos y la editorial. No se pretende infringir ningún copyright ni derecho!

jueves, diciembre 08, 2016

Un pequeño homenaje

Este año hemos perdido a grandes artistas, dos de los cuales marcaron bastante mis gustos estéticos y a los cuales he rendido homenaje a mi manera. Ahora tengo ganas de hablar de otra persona, alguien que definió muchísimo mis gustos en literatura fantástica, y que salvo por su trilogía El Señor del Tiempo (Timun Mas), me parece que es bastante desconocida en mi país. 

Cuando se publicó El Iniciado, primera novela de su trilogía, nos quedamos bastante intrigados. Mi hermano era quien por aquel entonces compraba los libros, y yo leía todo lo que pasaba por sus manos. Era él quien me había recomendado El Hobbit, El Señor de los Anillos (que leí con ocho años, si no recuerdo mal), Doneval (Giftwish) y su secuela, Favila (Catchfire) (grandes novelas estas dos últimas también, y grandes desconocidas del mercado español), y otras muchas. Dentro de un género literario donde las grandes batallas entre el bien y el mal estaban en el orden del día, El Señor del Tiempo se destacaba por desmarcarse y hablar del Equilibrio, no en términos buenistas al estilo Crónicas de la Dragonlance, sino desde el punto de vista del que está en el bando "equivocado" del gran conflicto. Louise Cooper te hacía empatizar con alguien que asesinaba en momentos de furia, que se horrorizaba de sus propios actos pero no podía refrenarlos, que condenaba inocentes sin darse cuenta y sin embargo odiaba las consecuencias de la turba, del terror desatado que no distingue la superstición de los hechos, de los juicios fanáticos. Esa curiosa mezcla de "maldad" casi involuntaria (pero real) y conciencia humana daba muchísimo atractivo a un personaje hecho de extremos, inteligente pero lleno de conflicto, un conflicto que iba más allá de él y del cual era imposible sustraerse por la misma esencia del protagonista. La serie se resuelve con un giro de guión que, en buena lógica, hubiese debido ser previsible pero que en una primera lectura me dejó lo bastante perpleja como para revisitar esas novelas con cierta regularidad.

En el mercado anglosajón, Louise Cooper ha publicado prácticamente de todo, desde novela juvenil a terror, pasando por el fantasy del cual es auténtica maestra. Prueba de ello son otras dos obras que sí llegaron al mercado español, y por suerte a mis manos. 

Una de ellas es Espejismo, la historia de una especie de homúnculo o golem que no es lo que se esperaba de él, no actúa como debiera, y que en general parece un tremendo error en un mundo donde los errores conducen a la derrota, y ésta a la aniquilación. Trama resuelta en una sola novela, planteaba un mundo en ruinas y unos personajes muy distintos a los de su trilogía más conocida. La desolación, la desesperanza y un cierto aire de vacío están muy presentes en una obra de tintes Cthullescos que hubiera hechizado a Lovecraft, con su terror al mar y a quienes surgen de él, su luna ominosa y su ristra de hechiceras-vampiras. Louise Cooper luce una habilidad que encontraréis en otro autor, el gran Stephen King: la capacidad de crear ambientes muy plausibles, con personajes muy bien dibujados y que se definen en diez páginas, que pueden crecer, cambiar para bien o para mal, y un derroche de creatividad que le hacía escribir más de dos novelas al año.

Obviamente, no todo el material que surge de este torrente de actividad creativa es excelente. Lo prueba la secuela de El Señor del Tiempo, para mí obviable pese a algunos personajes intensos y cargados de interés, que la trama muy predecible hace que desees olvidar al final.

Y luego vino Índigo, gran olvidada incluso entre los fans de la primera trilogía publicada en España. Incluso en el mercado anglosajón cuesta encontrar fans de esta serie, que al ser de ocho novelas y de una autora tan prolífica está sujeta a unos altibajos terribles. Tampoco ayuda mucho el carácter del personaje que da nombre a la saga, que a muchos se les indigesta desde la página uno por motivos que luego detallaré. No obstante, algunas de sus historias son realmente muy interesantes y el desarrollo de la protagonista, que crece sin variar su base (cuán humano es eso...), que mantiene sus defectos pese a mejorar en muchos aspectos, me parece bastante plausible y digno. 

Pese a todos sus defectos, Índigo fue durante muchos años una de mis series favoritas, y a continuación detallaré por qué. Adjuntaré también algunos dibujos míos hechos en ratos libres, cuando mis nenes dormían, ya que este año me molesté en intentar llegar hasta el final con el Inktober y mi primera inspiración fue esta serie, no os costará adivinar por qué.


Empecemos por la protagonista, Índigo, o mejor dicho Anghara Hija-de-Khalig. Así se presenta inicialmente una bonita joven de origen noble en el sur, con un carácter rebelde, léase caprichoso, que le hace creerse por encima de los tabús de su gente. La persona que me recomendó la primera novela, Némesis, me dijo que empezaba con una princesita mimada, pero que a las cien páginas mejora. Si por mejorar se refiere a desatar una masacre de la que pocos personajes se salvan, efectivamente, pasa. He leído bastantes críticas, tanto a favor como en contra del personaje, y quien la defiende la hace con bastante gracia, indicando que, siendo sinceros, ¿quién narices aguanta un tabú de por vida de "no vayas, no mires"? Otros apuntaban al hecho de que la obsesión de la princesa por saltarse las normas es tremendamente malsana, indicando que parecía casi embrujada.

El caso es que, visto el desarrollo de la protagonista, creo que quien indica que había un elemento sobrenatural en la obsesión de la chica no va desencaminado. Sin embargo, ese elemento es precisamente quien da nombre a la primera novela: Némesis, su alter-ego que se desgaja de ella tras un acto que hace que le cobres a la protagonista una rabia tremenda por su inconsciencia y egoísmo. Mirad justo abajo:

Némesis, la "gemela malvada"
 El caso es que colgarle el mochuelo de los actos de Anghara a su Némesis hubiera sido lo fácil, pero desde el principio te dejan claro que no es así. Cuando aparece el Mensajero (de ese no tengo dibujo actual, ya lo haré algún día), le deja bien clarito a la niña que cuanto ha hecho, incluso provocar las muertes de todos sus seres amados, es obra suya y su propia responsabilidad. Sin excusas, sin medias tintas. Así que la protagonista decide que, ya que no puede volver a la vida a los difuntos, ya que no puede reparar lo hecho, al menos va a luchar contra lo que ha desatado.

Y ahí, efectivamente, es donde la protagonista le echa narices y empiezas a encariñarte con ella. 

Porque dejando de lado la princesita caprichosa llamada Anghara, la recién nombrada Índigo decide salir adelante por sus propios medios, y un poco de ayuda sobrenatural aparentemente externa. Digo aparentemente, porque a medida que se desarrollan los libros te va quedando más y más claro que a Índigo nadie la dirige. Es un ser humano, sí, pero no está dominada por fuerzas externas. Como la mayoría de la gente, tiene circunstancias, pero sigue siendo dueña de sus actos, y de las consecuencias de ellos. Recibe la inmortalidad, no como premio o algo así, sino como longevidad, quedando explícitamente fuera de riesgo de muerte por medios naturales y de envejecimiento hasta que termine su tarea. Aquí esta inmortalidad, que no la excluye de sufrimientos, enfermedades, o muerte por medios no naturales, es vista como una carga y una condena antes que como un regalo.

A cambio de restañar la herida que ha causado, se le promete una esperanza, un resquicio de luz: rescatar a su prometido, a su amor, Fenran. Un joven aparentemente encantador que no murió con el resto, sino fue hecho prisionero de los demonios. 

Sobre este particular, y sobre el motivo de por qué le he dibujado como veis, me explayaré luego. Incluso con algún spoiler, así que si tenéis intención de leer la saga hasta el final no leáis la última parte...


Por suerte, nuestra desgraciada y abofeteable protagonista, con un trauma fenomenal y un estrés postraumático que tiene que ir resolviendo a medida que pasa la historia, con mayor o menor éxito hasta su resolución final, tiene a una amiga que vale cada uno de sus pelos en oro: Grimya, la loba, una criatura adorable, telépata y mutante que salva tantas veces a Índigo, de tantas formas diferentes, que ha hecho exclamar a algún lector que es la auténtica protagonista de la saga. Por ciertas cosillas, como el tremendo despliegue de valor de Índigo en la cuarta novela y su rescate tremendo de su amiga, no estoy del todo de acuerdo con esta visión. Pero sí que admito que Grimya tiene de adorable lo que Anghara tenía de repelente, y que con amigos como ella es más fácil cazar demonios. 

Ah, sí, porque de eso va la saga. De cazar a los demonios que la tonta del bote de Anghara en su momento de delirio de grandeza liberó. Por supuesto, la santa loba también entra en el paquete de la inmortalidad, o si no poco hubiera durado: seguramente hubiera muerto de ancianidad al empezar la segunda novela, ya que suponemos (aunque no se especifica explícitamente) que debería tener la longevidad de un cánido.

Grimya, la side-kick más adorable y heroica de la historia, y eso que soy fan de Clara Oswald
Otro personaje que tendrá muchísimo más peso de lo que su muerte en la primera novela (esto no es spoiler, se muere de viejo y era bastante de prever) daría a entender, es Cushmagar. Una de las cosas que más admiro de un buen escritor es verle hacer personajes del sexo contrario creíbles y que te gusten. Es difícil no sexualizar en un mundo donde nos educan para ser primero nuestro género y luego nosotros, así que no me suelo ofender por las chicas de videojuego enseñando chicha innecesaria, ni por los personajes que están ahí por puro fanservice y disfrute del lector; pero cuando un hombre escribe un personaje femenino fuerte e interesante y que no es un mero cliché con patas, o cuando una mujer consigue personajes masculinos a los que quieres, de forma automática, sin más, creo que logra un gran qué: escapar del "escritor masculino o femenino", de la guerra de sexos, y ser sin más gran persona y gran autor, por encima de su sexo y de sus circunstancias,

Por eso, entre otras cosas, me gusta tanto Louise Cooper, porque tenía más de un personaje masculino al que amé nada más leer. Uno de estos es Cushmagar, el arpista y mentor de Anghara/Índigo, y en cierta forma su acompañante espiritual. En más de una ocasión ella le recuerda, en más de una ocasión la influencia de la música -y del espíritu de Cushmagar- la libran de situaciones extremas. El arpista y bardo trasciende la muerte y queda como recuerdo y como espíritu, reapareciendo en momentos cumbres en varias novelas. No como fantasma, que sería lo obvio, sino como una presencia, un recuerdo, una memoria o una voz que sigue apoyando a la protagonista desde el más allá. Es alguien tan poderoso como eso, un Merlín o un Taliesin en cierto sentido, y también el recuerdo de quienes se fueron y nos dieron la parte de nosotros que es mejor.


Amo a este personaje. Punto. Más aún después de leer la conclusión de la saga en la que no sé por qué llamaron Anghara, cuando el título original era Aisling. Traducciones españolas de títulos, no hablaremos de Rosemary's baby.

Como ya he dicho, el problema de la saga (aunque en ello radica también su mayor encanto) es que es irregular, y que cada novela explora un ambiente, una cultura, una trama completamente distinta. Las únicas constantes son Índigo, Grimya, Némesis (que no aparece en todas las novelas, ni falta que hace la verdad), y los recuerdos de Fenran y Cushmagar.

Asi, tras un cierre de la primera novela esperanzador pero duro, llega la segunda, cuyo título está plenamente acorde con su trama: Infierno.


Cuando hablo de que las novelas son irregulares, y que la saga tiene algunos problemas, señalaría tres: primero, el carácter difícil de la protagonista, que no cae bien a todo el mundo (yo la quiero, pero me he leído toda la saga y la he visto sufrir como pocas veces he visto sufrir a nadie). Segundo, la falta de continuidad en la sexta novela y sus recursos fáciles, que me revientan (lo comentaré más tarde). Tercera, la segunda novela, que es realmente durísima y creo que habrá desmotivado a más de un lector.

Para empezar, Índigo aquí está en el summum de su trauma, y eso no la hace particularmente amable. La novela transcurre en un entorno de pobreza extrema, agravado por una enfermedad aparentemente producida por radiación, con gran lujo de detalles sobre las deformaciones que produce ésta, tanto a la gente que lo sufre como a sus hijos nacidos en semejante horror. Debido a que los mineros no tienen forma de alejarse de la mina donde trabajan, de donde proviene todo el mal que sufren pero también su única fuente de ingresos, ya que condenarían a la muerte a sus familias, acaba por triunfar un culto donde se fanatiza a los creyentes, de una forma que por lo triste y lo miserable es completamente creíble, ya que se insiste en que los enfermos y deformes son tocados por la divinidad y por tanto, envidiables en su estado de gracia. Como dice con pesimismo uno de los personajes, ¿qué alternativa tenían? O divinizas tu enfermedad como forma de superarla, o la rechazas y mueres de inanición con tus seres queridos.

En este ambiente espantoso y degradante, en que ves lo más mezquino de la humanidad en todas sus formas (incluyendo masas de gente que ven con total pasividad cómo se cometen asesinatos públicos, y otras lindezas), sólo hay dos personajes relativamente positivos: una enferma terminal, y Jasker. Pero del segundo, pese a que es "de los buenos", no se puede decir que sea simpático precisamente. Torturador, paranoico, ha vivido circunstancias terribles que justifican sus arranques de locura, pero aunque puedes sentir compasión por él, no así empatizar con su forma de ser si estás mentalmente equilibrado. Es otro fanático, flaco hasta parecer un espantajo, y de su final, así como del final de esta terrible novela, poco puedo decir sin espoilearla a lo grande.

Nos encontramos con una mezcla de escenas que a mí personalmente me remiten a relatos contados por víctimas del Holocausto, a testimonios de supervivientes de Hiroshima y a otras situaciones espantosas desencadenadas por el ser humano, así como desastres más naturales como terremotos o erupciones que le dan un punto tremendista a esta saga. Ningún otro libro, ni siquiera el primero con la masacre de familiares y seres queridos, es tan duro, y aunque creo que está donde tiene que estar dentro de la evolución externa e interna de los demonios, eso no lo hace menos difícil de leer por todas las cosas espantosas que ocurren. De hecho, la aparición final del demonio, un poco a lo videojuego, es de lo menos terrible que sucede en esta novela.

Como lectora, soy de las que releen a menudo las cosas que le gustan. Las siguientes novelas me las he releído como poco una vez al año desde que las descubrí, pero para que os hagáis una idea la segunda novela de Índigo sólo la he releído tres veces, lo cual es un promedio lastimoso comparado con el resto.

Vamos ahora a por una de mis grandes favoritas: Infanta, la tercera novela de la saga.


Creo que, junto con la cuarta novela, es la que más veces me he releído, y con gran placer en todas las ocasiones. Me encanta el ambiente palaciego lujoso, casi decadente, mezclado con las ambiciones humanas y las guerras explicadas en cuatro pinceladas, las tendencias pragmáticas de la mayoría de los nobles ante los invasores y la búsqueda de venganza de algunos de ellos. Me encanta el personaje de Jessamin, la niña adorable y perfecta, y su compañero de juegos Luk. Me fascina cómo la autora mezcla valores de la Antigüedad que se mantienen en algunas culturas hoy día, como los matrimonios por conveniencia entre adultos maduros, tirando incluso a ancianos, con niños, sin dar su propia opinión; lo que no es aceptable para la protagonista Índigo, ni para el lector moderno, no es precisamente satanizado por la lógica de la sociedad en que se mueve ella. Me encanta cómo juega con tus sentimientos, cómo te repugna y te horroriza, cómo incluye el espanto de las plagas anuales, cómo hace crecer la intriga durante once años, hasta el tremendo desenlace final que siempre que leo me pone la piel de gallina.


 Aparte, amo algunos personajes, como Pheneriq, la vieja astróloga que se centra en su trabajo para olvidar su amor imposible hasta el descarnado final. "Una vez fui hermosa, ¿puedes creerlo?".


Tengo emociones encontradas ante Augon Hunnamek, que me recuerda a algunas figuras históricas como César o Alejandro Magno, genios en la batalla pero no siempre tan listos ante las intrigas palaciegas. Encontramos a este personaje ya maduro y ya vencedor, fascinado (como Alejandro) ante la cultura que se despliega ante él. Viniendo él del desierto, el arte y las maravillas de una ciudad sofisticada no le debilitan, pero sí le maravillan y se convierte en un gran mecenas. Como Julio César, es una persona generosa que perdona a sus enemigos y, sin saberlo, coloca un puñal en su propia espalda al hacerlo, por exceso de bondad y desconocimiento de ciertos lados de la naturaleza humana. Y como muchos personajes históricos, no tiene ningún problema en casarse con una niña prepúber, de hecho está bastante encantado con la idea ya que la niña es preciosa y piensa modelarla a sus gustos... Lo cual resulta directamente repulsivo.


Y luego está mi querido Leando Copperguild, uno de mis amores de infancia. Traidor, inicialmente lo odias por creer que es alguien únicamente movido por intereses. Luego descubres lo que hay detrás de su forma de actuar, y repentinamente le cobras afecto. Por último, se enamora de Índigo y recibe unas tremendas e indirectas calabazas (el único gran amor de la protagonista es Fenran, al menos a estas alturas de la saga), y ¿cómo actúa? Como un hombre maduro con más intereses en la vida que mojar el churro, mire usted. Como alguien capaz de valorar el bien mayor por encima de sus pasiones personales. Y ahí es donde yo me enamoré del todo, porque es un personaje que ni es un cliché, ni actúa como un idiota. Adoro la madurez emocional de este personaje, y su final me sigue pareciendo escalofriante cada vez que lo leo.

Podría citar al resto del elenco de esta novela: la capitana Maq, Karim el ciego, la encantadora  y cotilla nodriza, el tío y el primo de Leando, incluso el jefe de caravanas (creo que sale en cinco páginas como mucho) me gustó. Pero no sólo los personajes son fabulosos: el ambiente es magistral, entre la pesadilla y el lujo. La tensión y la acción están bien llevadas, el clímax final es espectacular, la descripción del Templo de los Marineros, que es casi un personaje por sí mismo, es una parte que releería mil veces sin cansarme. Asesinatos, intrigas palaciegas, un demonio escondido, pesadillas, enfermedades, plagas de serpientes... Y todo resuelto en menos de trescientas páginas en las que transcurren más de diez años de vida de la protagonista.


Si el contraste entre la segunda y tercera novela es abismal, la cuarta, Nocturno, no va a la zaga en cuanto a cambios ambientales. La primera parte transcurre en un pueblecito aburguesado, a donde Índigo y Grimya han acudido con una compañía de cómicos ambulantes como parte del espectáculo. Incluso antes de llegar, ya te dejan claro el hilo de inquietud y el toque sobrenatural que irá subiendo a lo grande durante las primeras cincuenta páginas. A partir de que una de las integrantes de la familia Brabazon, los artistas a los que acompaña Índigo, cae en garras de lo que llaman "la enfermedad del sueño", una de las manifestaciones del demonio que nos ocupa en esta novela, todo va cuesta abajo. Índigo pierde a Grimya, se ve inmersa en un mundo demoníaco regido por sus propias normas, y con reminiscencias a la segunda mitad de la primera novela, la protagonista tiene que valérselas para liberar a su loba y al mundo de un demonio aparentemente incorpóreo.

No puedo decir gran cosa de esta novela, de su uso poético de la metáfora ambiental, de sus distintas expresiones de la naturaleza del demonio mediante las distintas dimensiones por las que se mueven los protagonistas, que aquí son Índigo y dos de los hermanos Brabazon (los que veis en el dibujo de arriba). No puedo comentarla mucho sin destripar su esencia misma, y eso sería una jugada de muy mal gusto, ya que creo que Nocturno es mi gran favorita. Me la he llevado en más viajes de los que puedo contar para releerla una y otra vez. Reaparece a lo grande el recuerdo de Cushmagar, la música y el arte tienen un papel fundamental, y el manejo que tiene la autora de la tensión y la descripción de paisajes para hacerte entender la esencia del demonio, que se revela finalmente con su nombre, es fabulosa. Simplemente, si no vas a leer nada más de Louise Cooper, lee esta novela, ni que sea suelta. Es maravillosa, y es donde Índigo empieza por fin a entender que no es un peón en un juego de fuerzas mayores, sino que es ella misma quien decide su destino. Sólo le ha hecho falta cuatro novelas, bravo.


La quinta novela, Troika, se desmarca tremendamente de las anteriores. No hay malo final en el sentido que había en las previas, ya que el demonio es casi secundario a las intrigas familiares y planes de asesinato. Sólo está allí para magnificar algo que está de por sí en las personas normales, y me parece estupendo. En un ambiente cerrado, en una casa donde vive una familia del norte entre ventiscas de nieve y celos familiares, se cuece una serie de intrigas terribles, aderezadas por una historia de amor trágico que, de nuevo, me devuelve a la magnífica tendencia de la autora a crear personajes masculinos adorables, de las que yo me enamoraría encantada.

Esto es, Veness. Para mí lo peor, aunque es parte del encanto de la historia, es su parecido físico con Fenran, el primer amor de Índigo. Lo mejor, cómo su carácter de jefe de familia centrado pese a las circunstancias trágicas en las que se mueve se va rebelando a lo largo de la trama. La historia de la mujer misteriosa y el tigre también me gustan, el hilo de locura, intrigas, celos y asesinatos se va deshilvanando con maestría, y mi único pero grande a esta novela es la poca relevancia que se le da a Veness después. En la sexta novela, Espectros, se le tacha directamente de error, cuando si lees la historia te das cuenta que te lo plantean como un momento de ruptura para la protagonista, en la que podría haber dejado su misión, y por tanto la esperanza de encontrar a Fenran y rescatarlo, por él.

Sí, claro, un "error". Visto así, lo de liberar a los demonios fue un tropezón...

De la sexta novela, Avatar, no tengo ningún dibujo. ¿Por qué? Muy simple, me la releí para inspirarme y me enfadé muchísimo. Primero, por el tema de Veness. Segundo, porque de nuevo aparece Fenran, esta vez como temor de Índigo de que esté muerto. La protagonista lleva medio siglo rondando por todos lados para rescatarle, ¿y ahora le da por creer que ha muerto? ¿Cuando específicamente se le dijo que él no podía ni vivir ni morir, atrapado como estaba por los demonios, hasta que ella le liberara? Tercer pero, el tema de la inmortalidad: te dicen específicamente que Índigo no puede morir por medios naturales, pero nadie le ha dicho nada de medios violentos. Por eso tiene miedo en el desierto ante espadas, por eso huye de un volcán en erupción, y de repente se planta delante de una lanza diciendo que no puede morir... ¿perdón? Que yo sepa, ése no era el trato. Cuarto, de repente Índigo y Grimya dejan de comunicarse, pese a ser ambas telépatas, para justificar una trama cogida por los pelos. Y por último, y no menos importante, se salta la continuidad del resto de novelas. ¿Por qué? Voy a desglosarlo.

Primero, explícitamente te indican que Índigo ha "crecido" abandonando uno de sus poderes, convertirse en lobo. Luego, en la última novela, se transforma de nuevo. Segundo, todos los demonios son vencidos y destruidos. Aquí, sólo es así para ella, el resto quedan con el demonio. ¡Buen trabajo, Índigo! Ni siquiera Infierno tenía un final tan negro y desesperante como éste. Tercero, Índigo sólo se había transformado brevemente en Némesis una vez, en Nocturno, como respuesta al ataque del demonio de esa novela, pero luego no la controla ni vuele a convertirse en ella. Lógico, porque no es hasta la séptima novela que se reencuentran y pueden volver a unirse sin quedar poseída por su alter-ego. Aquí se transforma a voluntad tanto en el Mensajero como en Némesis, cuando teóricamente aún no la controla. Una cosa es una metamorfosis breve e instintiva, otra control total sobre su lado malvado. Es, por tanto, totalmente incongruente con el resto de novelas, así que me puso considerablemente furiosa leerla, y me sentí muy estafada.

Es una lástima. porque el ambiente, la idea del demonio, los personajes... Todo eso sigue igual de conseguido que siempre, y el terror, la historia del culto femenino a la muerte, la comunidad que te dibujan y sus relaciones, el romance a lo Romeo y Julieta, todo el resto encaja y funciona. Podría haber sido brillante, pero la novela sólo funciona como una historia suelta, no dentro de la saga que está contando. Y eso para mí es un fallo fundamental. 


Y vamos por la penúltima, Espectros, en mi opinión de nuevo una de las mejores. La séptima novela explora, en tono de fábula, lo que ocurre cuando la gente abandona su capacidad de soñar en pro del vil metal. Es el dominio de la codicia sobre lo espiritual, la renuncia total a cualquier cosa no útil: la música, el teatro, la fantasía, la religión, los sueños. Todo debe ser racional, lo cual en una historia de fantasía es bastante curioso. ¿Conclusión? Se genera una división total entre la parte racional y física, y el deseo de disfrutar de la vida, personificado por unos niños fantasmagóricos que no saben ni cómo se llaman. Un paralelismo inquietante con la propia Índigo, que se ha dividido ella misma al expulsar a Némesis de su ser. Paralelismo que viene a ser el quid de la cuestión en este libro, cerrando de forma muy poética y bonita el tema de la división provocada por la rotura del tabú y la liberación de los demonios. Aquí se recuperan varios temas, desde la vida de Índigo con los Brabazon hasta la liberación final de Fenran, incluyendo el antagonismo con Némesis, y cierra aparte la duda sobre si los demonios son plena responsabilidad de Índigo. La respuesta es no, ya que muchos de los demonios que se encuentra a lo largo de varias novelas son fruto de historias que venían de lejos... Lo que ella hizo fue fortificarlos, no crearlos en sí. No es que sea poco, ojo, pero los demonios son fruto de los hombres y aquí se ve bastante claro, ya que el creador de este demonio en concreto es la figura agridulce y encantadora del hombre que encabeza estas líneas, el Benefactor. Otro maravilloso y complejo personaje, al que quieres y al mismo tiempo no puedes evitar reprochar sus actos. 

Por último, el gran cierre. La mal traducida Anghara empieza con un tremendo golpe de efecto: Índigo pierde la memoria, y con ella su control de Némesis, del Mensajero, de su forma lobo... Y toda posibilidad de derrotar al último demonio. Para colmo, el demonio no es lo que uno espera, y obviamente con un pasado tan inmensamente traumático como el de Índigo, ¿vosotros querríais recuperar los recuerdos?

Finalmente lo hace, ayudada por la inestimable Grimya y la contribución de una bruja, una reina y un bardo, así como del de nuevo presente Cushmagar. La historia descubre puntos muy negros de la personalidad de Fenran, explican por qué fue "raptado" y no muerto, como el resto de familiares, y te cuenta una versión de la historia en que Fenran y Anghara se casaron... y no fue un cuento de hadas. 

No quiero espoilear más por si os da por leerla, pero destacaré algunas de las mejores escenas en mi opinión; cuando Índigo recupera sus recuerdos mediante un Aisling, la escena en que la bruja mete las manos en el fuego, la mezcla de pasado y presente durante la batalla final (que ya había usado en Espejismo, y que en mi opinión vuelve a funcionar de lujo), la reaparición estelar de todas las formas de Índigo, sus avatares, enfrentándose al último y más peligroso demonio, la despedida final de Grimya

Encontré que era un maravilloso broche final a la historia, una gran vuelta de tuerca, y un añadido fabuloso a la personalidad de Fenran el que no se le tratara como un simple "chico rescatable", sino que aquí demuestra todo lo que lleva dentro. Y no es bonito de ver...

Como ya he dicho, una saga que me marcó mucho, sobre todo algunas de sus novelas que son simplemente geniales y que en mi opinión no desmerecen otras más flojas, las primeras más terribles, o el tremendo batacazo de Avatar, la sexta novela. Despreciar toda la saga por un principio difícil o una sexta parte floja es como decir que El Señor del Tiempo es una porquería por su mala secuela, cosa que no es así para nada. 

Esta es mi opinión personal, y éste es mi homenaje a la difunta Louise Cooper, autora de la que no ha llegado ni una décima parte de su producción en inglés. Si algún día puedo hacerme con algo más de su obra en original, ya os contaré.