domingo, octubre 28, 2012

Las mujeres de Jan

Hablando con una compañera de trabajo, me percaté que muchos de la nueva generación (osea, veinteañeros actuales, me refiero) ni siquiera habían oído hablar de un personaje que fuese para mí tan emblemático de mi infancia como Superlópez. Surgido de la imaginación del inefable Jan, creador de muchos otros personajes de cómic pero para mí ninguno tan entrañable, lleva décadas de correrías, que se reflejan en las canas y arrugas cada vez más presentes del personaje, así como en algunos cambios de actitud a medida que el tiempo tenía sus efectos en él. En cierta manera, Superlópez reflejaba el cambio de épocas tanto como el paso de los años de su autor.

Una de las cosas que más obviamente remarcan esto es el trato que sufren los personajes femeninos. Obviamente a Jan no le caía demasiado bien la maruja española típica, y no por ginofobia precisamente. Pero si miramos los primeros cómics de Superlópez (y cuento más o menos entre los primeros hasta "El Señor de los Chupetes") los personajes femeninos son siempre marujas, divas o, en general, estereotipos de una femenidad basada en el rulo, la laca de uñas y la pose de ir de rebajas, lucir y poco más. Luisa, contrapartida femenina del alter ego del Súper, es el ejemplo más evidente de esto: con mal genio, superficial (como demuestra ampliamente sobre todo en "Los Cabecicubos" y en "Al centro de la tierra"), mandona e hipocritona como pocas, el personaje pierde en encanto y gana en antipatía a medida que pasan los números. Incluso una chica más "tirá palante" como la Chica Maravilla del "Supergrupo" no deja de ser una súper-maruja, con armas como la lima de uñas, la laca para el pelo, los rulos y el secador. Simpática, ambiciosa, divertida, mona... pero maruja a fin de cuentas.

Creo que no es hasta "La Semana Más Larga", con la aparición de la ladrona Marta, que el estereotipo empieza a romperse. La atracadora de bancos por afición es una chica más dinámica, interesante, con un puntito marimacho e independiente, que vive con su abuela loca en vez de con sus padres (cuya madre ni llegamos a conocer, en realidad...). El propio autor debió darse cuenta de que había creado su personaje femenino más carismático, porque al contrario que otros que aparecen y desaparecen, Marta fue haciendo cameos (incluyendo alguno como el de "La Gran Superproducción", en que aparece en el cine), demostrando que al autor le caía bien el personaje. Así se convertiría en una especia de co-protagonista en paralelo, como en "Un Camello Subió a un Tranvía en Grenoble", o en "El Asombro del Robot", una co-protagonista más movida, más valiente y más sensata que la pobre y vulgar Luisa. Tanto que, en ocasiones, llega a ponerle los puntos sobre las íes al propio Superlopez.

Es curioso ver también la evolución de otros personajes. Quizás mi favorito sea Jaime, lameculos del Jefe de Juan López, envidioso y chivato, que a partir de "Los Alienígenas", cuando al final pilla al jefe en una actitud poco apropiada (jugando a los barquitos de papel, malpensados míos...), se le cae un poco la actitud aceitosa de hasta el momento y el autor decide darle un nuevo rumbo, rumbo que se consolida definitivamente en "Al Centro de la Tierra", un encanto de historia en el sentido de que los protagonistas parten en busca de diamantes, los encuentran... y como creen que tienen que encontrarlos más adelante, los dejan atrás y acaban llevando a la superficie una seta gigantesca como recompensa a todas sus penalidades...

Pero me voy por las ramas: el caso es que Jan, a partir de que abandona a las marujas, va planteando personajes femeninos más y más simpáticos. Marta, la gemela Súperlopez, incluso Mapa de su "Laszivia", ese poco conocido intento suyo de escribir porno... con resultado demasiado divertido al género desastre como para resultar erótico a fin de cuentas.

Lo cierto es que el Superlópez de ahora no es el de antes, y las historias a mi parecer han perdido algo de garra. Quizás el autor no sabe ya muy bien qué hacer con el personaje, que sigue siendo simpático pero ha perdido ese gancho inicial que tuvo sobre todo desde sus inicios hasta "Un Camello...". Pero una se alegra de ver que Jan no es, ni fue nunca, un misógino.

No, a lo que no aguantaba era al prototipo de mujer maruja hipócrita, superficial y Almodovariana.

¡Ya somos dos, señor Jan, ya somos dos!

miércoles, octubre 24, 2012

Duelo de cobardes

(Viendo cine de terror japonés, cortos con muy pocos medios y muy perturbadores):

M: -¡No mires, cariño, no mires!
Yo: -¡No estoy mirando, no estoy mirando!
M: -¿¡Y por qué lo estoy mirando yo!?
Y: -¡No sé, llevas dos horas poniéndolos uno tras otro y yo ya hace media que me he cagado!

Amor entre cobardes. Ese mundo.

martes, octubre 16, 2012

Y uno, y dos... Fuooosh, y el plátano

(Tras una agotadora sesión de gimnasio, bicicleta inclusive).

YO - Tengo flato...
Mi marido -Pues si no te lo vas a acabar, dame un poco.
Y - ¿Eh?
M - Que me lo acabo yo si quieres... por cierto ¿dónde lo tenías guardado?
Y - ¿El qué?
M -El plátano...

(Dos días más tarde, esperando la cena)

Y- Menos mal que ya estamos en casa...
M- Pues no tenemos nada.
Y- ¿... Nada de qué?
M- Nada que poner con mostaza.
Y - No he dicho nada de mostaza, he dicho que menos mal que estamos en casa.
M - ¡Ah! Te he entendido que querías un frankfurt con mostaza.
Y - Estás obsesionado con los plátanos, ¿para qué iba a querer yo un plátano con mostaza?
M - ¿... Eh?

Conclusión: la sordera se pega. Y el plátano también.

miércoles, octubre 10, 2012

LOS ATRACADORES DE MI MARIDO

No sé por qué, en serio. Mi marido es un tipo grande, que según algunos da algo de miedo, dos metros de hombretón vestido sport con barba descuidada y brazos amplios que ha hecho décadas ya de basquet y algún que otro año suelto de fútbol americano.

Cualquiera diría que no es la clásica víctima fácil, ¿verdad?

Pues en los años que llevamos juntos, que yo sepa le han intentado atracar por lo menos tres veces.

La primera la llamamos "el koala", ya que el tipo recurrió al clásico tirón para intentar mangarle el portátil. Dado que el mozo en cuestión debía andar por el metro setenta y pesar sus sesenta kilos así a lo generoso, podéis imaginar el resultado: mi señor marido se quedó igual.

Eso no rebajó el entusiasmo del presunto ladrón (siempre he querido usar la palabra "presunto"... sobre todo en un entorno tan absolutamente erróneo como éste, ¡viva el periodismo!), que al no poder arrebatarle a su presa el codiciado (y anciano, hay que decirlo) ordenador, se quedó ahí colgando de la cartera, cual vil chorizo.

Mi marido intentó quitárselo de encima, primero dándole toques y empujones. Como la cosa no resultaba, recurrió al viejo estilo "ketekasco", pegándole a puño cerrado. Todo lo que le faltaba de peso al tío le sobraba de entusiasmo: ahí, inamovible, colgando del hombro de su víctima. A esto, llega la policía y ve a un tío enorme arreándole a un flacucho que se aferraba desesperadamente a una cartera de portátil. ¿Resultado?

-¡Arriba las manos, suelte esa cartera!

-No.

-¿Cómo dice?

-Que como suelte la cartera, éste se va corriendo con mi portátil, y lo necesito para el trabajo.

-Ehm... a ver, ¡usted, suéltese de ahí! -esta vez al koala.

Y el koala no esperó: esta vez sí, obedeció, se soltó y echó a correr como para que le echaran un galgo.

La segunda vez tuvo algo más de lógica: era tarde, dos contra uno, y mi marido solo. Uno delante, uno atrás. ¿Qué pasó? Les pegó hasta que se le acabaron las ganas y después, como le dieron pena, les dio cinco euros. Los dos esforzados mangantes aún le estuvieron dando las gracias después, mire usted lo que son las cosas...

El tercer caso tiene delito, mucho delito: mi marido estaba delante de la estación, con el carrito del bebé. Y a un hijodeputa sin entrañas no se le ocurre otra que acercársele y decirle:

-O me das la cartera, o aquí va a pasar algo.

Efectivamente, pasó algo: a mi marido se le hincharon los cojones, levantó el codo y le dio en plena nariz al tipo. Desde aquí, yo espero que se la haya roto y que le duela mucho, mucho.

Joder ya, ¿es que ni pasear al niño se puede?