Estaba yo paseando alegremente, de camino a comprarme elementos necesarios a mis nuevas actividades gimnástico-educativas-recreativas-culturales, cuando me tuve que detener ante un escaparate: acababa de encontrar ALGO.
Tras mirar un par de veces la atractiva pieza (un conjunto de corsé y falda con polisón de tul), decidí entrar, no con el deshonroso propósito de comprar semejante tortura, sino de probármelo y hacerme una foto en vistas a enviarla a las amistades. Y aquí empieza todo...
Tal vez seáis, como yo, de esa clase de personas a las que el feminismo (como todos los -ismos, incluyendo machismo, dadaísmo, vanguardísmo, cubismo pero no modernismo, por algún motivo extraño) irritan como un picor persistente. Basta con que alguien se ponga a hablarme de la superioridad de un sexo sobre otro para que me entren las ganas de empezar a contar chistes llevando la contraria, así, por ejemplo. Las lecturas de psicoanálisis y feministas en la literatura me han dejado con poca paciencia para los estereotipos, me temo, y no es que tuviese mucha para empezar. Pero esto me cambió el punto de vista.
Si jamás os han ajustado un
corsé, y no me refiero a los modernos corpiños de lencería "atrevida" sino a los de verdad, con sus tiras y su necesidad urgente de ayuda en forma de criada, esclava o amiga fiel y paciente a la par que metódica, no podréis entenderlo. Pero en verdad os digo, como en los Evangelios, que el acto de ponerse un corsé hace que, repentinamente, entiendas a las sufragistas. Vamos, que lo único que te contiene para lanzarte a quemar cosas (por ejemplo, el corsé, al macho que te anda mirando con ánimo libidinoso y con poca capacidad de atención hacia tu rostro, un container, todos los anteriores...) es el pequeño detalle de que NO PUEDES. Sí, estás cautivadora, las tetas se te suben más o menos hasta la garganta, la cintura casi te la abarcas con las manos. Pero hablemos de pequeños detalles menores... Como respirar.
De golpe entiendes la dinámica de las novelas góticas, con las heroínas escapando y el monstruo tras ellas para devorarlas-matarlas-despedazarlas (violarlas no, que en la época era poco fino). Claro, si ponerse un corsé es como ponerse un letrero que diga: "cómeme". Y no por el hecho del aumento de atractivo (que es considerable), sino por el detalle de... ¿quién coño echa a correr con ESO puesto? Y una vez a la carrera, ¿cómo mantienes el paso más de dos minutos? Lo de gritar y desmayarse me parece la única opción físicamente coherente cuando tienes algo que te constriñe tanto, aunque mi admiración viene hacia el hecho de que sean CAPACES de gritar. Cielo santo, si yo apenas podía emitir suspiritos, muy decimonónicos, eso sí, pero cada vez que intentaba reírme mis compañeras se alarmaban temiendo que diese con mis huesos en el suelo en plena asfixia galopante (o mejor dicho, estática).
Caminas con la espalda recta cual reina, con pasos cortos, estás "divina de la muerte" -y nunca mejor dicho, porque es una experiencia mortal-, pero reconozcámoslo... Así no hay quien viva. Te entra la risa pensando en los cretinos del XIX que hablaban de lo inútiles que eran las mujeres, "el bello sexo", pensando: ponte esto y luego vete a conquistar la selva, Sr Allan Quatermain... ¡¡Gilipollas!!
Y echadle un ojo al enlace de la wikipedia, que demuestra que quien lo ha escrito tampoco tiene ni puta idea de lo que habla.
Por supuesto, no me compré la pieza de ropa interior-exterior en cuestión, claro. Tengo más sentido común que eso. Pregunté si tenían tallas, y de aquí a un par de semanas me probaré una más, cuando la traigan.
¿Qué pasa? Mola tener las tetas por pendientes.
