sábado, marzo 06, 2004

PARA COGER EL RITMO...

Hola, mis niños.

Encontré trabajo. Al fin. Este mes podremos devolver dinero a papis y tíos, comer hasta fin de mes, pagar facturas. Cuanto había echado de menos todo eso. Partir gastos. Llamadme materialista, pero la disciplina franciscana no es para mí, sobre todo cuando no me permite comer regularmente y a mi gusto. Y soy agnóstica, así que no tiene mucho sentido el ayuno de penitencia. Creo que, además, aún no he hecho nada tan malo como eso.

Mi wonderfuloso nuevo trabajo consiste en ejercer de telefonista. No mata de emoción, lo sé. Lo que tiene de realmente bueno (a parte de cobrar a fin de mes, claro), es el ambiente, que es estupendo. Pero alguien debería prohibir a cierto rubio... No lo pasaba tan mal desde el pizzero de Vic. Y es que tiene unos prontos de Manolo dignos del Apolo de Eve no Musukotachi (Los Hijos de Eva... Gracias, Yatsu, nunca te agradeceré lo suficiente que me pasases esa serie), ya sé que no es muy habitual quedarse mirando a un hombre porque está maldiciendo el fax con voz suave, pero yo siempre he sido rarita, como si no lo supiérais. Los hombre de gafas que dan pinta de saber leer deberían ser ilegales. Espero que pronto mi amiga la traductora me pase esas tiras de Secretarias, he vuelto al mundo de las Administrativas, Recepcionistas, Telefonistas y otros pequeños monstruos innombrables y necesito reducir tensión.

Las chicas muy majas, eso sí. Por mi zona hay otra rubia (¡¡ESTOY RODEADA!!) estupenda, que sólo tiene un pequeño defecto en cuanto a mí respecta: como vuelva a oír el Bulería me hago terrorista para matar al jodido Bisbal. Creo que hay cierto varoncito en recepción que me secunda completamente. Como esto siga así, me traigo el Yunque de Crom, que nunca falla. Los clientes fliparían, pero no puede ser peor que el momento en que la gambé y conecté a dos clientes para que charlasen entre ellos mientras me peleaba a muerte con la centralita. Soy una pequeña bomba de relojería. Y las máquinas me odian, esas pequeñas monstruosidades inorgánicas rellenas de cable.

Pronto cogeré el ritmo, espero, y entonces podré volver a aterrar a clientes y jefes bailando sobre mesas, cantando "esa" canción (tú ya sabes cual, Nuri de mi alma y mi corazón...) y, en general, dejando de meter la pata involuntariamente para hacerlo conscientemente. Viva la esquizofrenia y otras artes menores. Nadie podrá quejarse de que trabajar conmigo es aburrido, aunque sea en un horario atroz de ocho de la mañana a siete y media de la tarde. Uh-oh, mejor no empiezo a quejarme ya, que sólo llevo dos días. La rubia insiste en que, teniendo en cuenta que acabo de empezar me defiendo muy bien, a pesar de que el jefe ya tuvo ocasión de gruñirme. Según una de las de contabilidad no hace falta tomárselo de forma personal, cada tanto elige un chivo expiatorio para sus arranques de malhumor. Así que me tendré que poner la piel de oveja (negra). Sólo espero no montar el número, que me dé en día sensible y me entre esa llorera odiosa mía. Detesto cuando estoy hormonal.

Hala, a vivir, que la vida es joven y yo soy bella. Y ahora que voy a ir agotada podré volver a lamentarme sobre mi escaso tiempo libre, cosa que todos sabéis que me encanta.

Jesús, lo que una hace por dinero...

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