domingo, febrero 29, 2004

NI FRÍO, NI CALOR


Los que no jugáis a Rol os váis a quedar a dos velas. Podría estarme un buen rato explicando términos, pero no vale la pena. Sencillamente, saltáos el primer párrafo y ya está. Nota aclaratoria: un munschkin es el clásico jugador que no cree en interpretación, sólo en ver cuantos bonus puede conseguir.


Hace una temporada, mi amiga Calysthea juró y perjuró que había dejado el Rol, al menos el directo. Entendámonos: que no le daba la gana ni jugar ni dirigir, cosa comprensible debido a los energúmenos tipo munschkin que merodean la mayoría de partidas; estaba con una frustración tremebunda porque no había manera de llevar una historia a buen puerto con jugadores cuya única pasión en la vida es el saja-raja y acumular puntos de experiencia. Así que cuando me anunció que este fin de semana dirigía en Premià, obviamente tuve que ir. Puedo resistir cualquier cosa, menos la tentación...

En Barcelona y alrededores hacía un sol que partía las piedras a la hora a la hora en que cogimos el tren con razonable retraso, por una vez sin ser culpa de Ligigak (cuyo fin en la vida parece ser comprobar cuan tarde puede llegar a una cita sin que le humille públicamente) si no de la inefable Renfe, que nos vino a demostrar la relatividad del tiempo y el espacio, por lo menos en cuanto a ellos concierne. No parecen creer en horarios, aún recuerdo el día que subiendo a Vic estube más de tres horas sentada en el vagón, cuando supuestamente hacía el recorrido en hora y media... Volviendo al tema, vista la previsión meteorológica (mirar por la ventana y gritar "hace calor"), fui normalita, jersey, camiseta, abrigo y bufanda. Nada de los calientapiernas que estratégicamente coloco por debajo de los pantalones cuando realmente hace frío, ni mi abrigo de peluche que me hace parecer un refugiado de Siberia, pero calienta como un microondas (sólo que de manera uniforme, claro). Craso error.

A mitad de la tarde, dentro del local donde se celebraba el encuentro de frikis roleros, yo ya había desistido de hacerme la valiente y me había puesto los guantes. La temperatura no cayó, se hizo paracaidista y se lanzó, olvidando el paracaídas. El pequeño detalle de que nuestra mesa estubiese justo al lado de la puerta ayudaba, claro. Nos dedicamos a jugar a Star Wars, ponernos morados de donettes y kinder y pasar frío.

Pero eso no fue nada; salimos, después de una partida bastante satisfactoria (aunque, como diría Ligigak, no explotó nada) y... Chicos, aquello era el séptimo infierno de Zandru. Rasca, frío, humedad ambiente del 150%. Decidimos refugiarnos en casa de Calysthea para charlar y estar calentitos hasta que pasase el tren. Cosa curiosa, en casa de esta chica también creen en la relatividad, cosa que demuestran teniendo distintos relojes a distintas horas. Tenía uno ante mis narices diseño Gaudí , así que ni se me pasó por la cabeza consultar mi móvil (es que mi reloj de pulsera tiene el cierre mal y no hay dinero para repararlo). Suerte que decidimos salir con diez minutos de adelanto para coger el tren con calma: si no nos hubiésemos perdido el bello espectáculo de la traicionera Renfe decidiendo, por una vez en la vida, cumplir horario a rajatabla... El tren pasó justo delante nuestro, por un pelo no lo cogimos, a pesar de la carrera escaleras arriba y escaleras abajo que nos pegamos hasta la estación. Nos quedamos viendo como se marchaba. Aplausos, telón, los payasos salgan a saludar.

Así que de vuelta a casa de nuestra hospitalaria amiga nos repartimos los asientos (haciendo alarde de desfachatez colonicé para mí sola todo el sofá y acabé quedándome dormida mientras Cal y Ligigak descuartizaban sus vidas), y a esperar el primer tren, que pasa a eso de las cinco. Esta vez salimos con tiempo de sobras y nos estubimos un buen rato mirando como rompían las olas contra el cemento de la estación. Las salpicaduras de espuma nos llegaban a la altura de los ojos. Impresionante, y eso que íbamos bastante dormidos y por lo menos yo tenía la sensibilildad poética de un nabo pasado. Emprendimos el regreso en el primer tren dirección Barcelona, hicimos transbordo en Sants, y apa tito... Cap a Igualada.

Llegamos a Hospitalet a eso de las seis. Era como en el chiste: "¿Qué? ¿Mucho frío?" "¡Qué va, cero grados! ¡Ni frío ni calor!". Aquello era tremebundo, a una le entraban ganas de hacerse cerillera. No lo pasaba tan mal desde que dejé el trabajo en Vic, con esas temperaturas punta de 3º a las nueve de la mañana.

Moraleja: la próxima vez que pase por Premià, aunque sea Junio y lleguemos a los 45º a la sombra me llevaré el abrigo gordo. Ande yo caliente...

Besazo,

L Gato que está triste y azul (de frío)

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